Por: Erik Ruiz Cabrera, divulgador técnico en entrenamiento, ingeniero de profesión. Contacto: kayredovsky@gmail.com

¿Qué hace a un humano despertar un día cualquiera y decidir medir el diámetro del planeta tierra? Es algo que me pregunto con cierta frecuencia, trato de colocarme en los calzados de Eratóstenes, pero son calzados que sólo pueden llenar algunos gigantes del pensamiento y ciencia. Eratóstenes era además un gran amigo de Arquímedes, imaginemos cuantas conversaciones encantadoras y llenas de conocimiento tuvieron estos grandes genios de la Grecia clásica e historia universal.
Los estudios de Arquímedes permitieron hacer grandes avances en el entendimiento de la mecánica de fluidos, geometría, matemática, ingeniería. La curiosidad de Eratóstenes permitió conocer por primera vez en la historia registrada el diámetro y volumen del planeta tierra, este valor tiene buen acercamiento a los valores registrados actualmente con el uso de tecnología láser y satelital, en aquel entonces él utilizó mediciones realizadas con pasos de sus ayudantes y sus sólidos conocimientos de geometría en puntos geográficos bien definidos. Este antecedente metrológico, sin duda ha sido una influencia conceptual y filosófica desde su realización antes de la época cristiana a través de los siglos para los hombres de ciencia en cuyos pensamientos y accionar recaen un sinfín de actividades económicas y productivas.

Por estos días se celebra el aniversario ciento cincuenta de la Convención del Metro, allá en París Francia un 20 de mayo de 1875, diecisiete de los países más grandes en comercio de Europa y América decidieron unificar sus principales parámetros de medición comercial: longitud y masa, es decir usar el metro y el kilogramo. Fue un verdadero logro con visión universal y a futuro, no por nada con el paso de los años el mundo entero se ha estandarizado en lo legal y comercial a lo que se conoce como el Sistema Internacional de unidades o S.I. como se suele llamar en los círculos técnicos que usan el término con frecuencia.
Los franceses dieron el paso inicial en la época previa a sus revoluciones, a los grandes cambios sociales y políticos que atravesaron en el siglo XVIII, en aquella época un verdadero pandemónium se vivía entre los sectores productivos y comerciales, cada quien utilizaba sus propios estándares o referencias de medida, cientos de varas de longitud diferentes y masas de distinta forma, tamaño, todos ellos con nombres similares hacían imposible cualquier planificación, estadística o control. Las pérdidas económicas eran un riesgo constante y como es bien sabido, una economía bien administrada es crucial para la sostenibilidad y crecimiento de la calidad de vida.

Los gobernantes aún en el periodo monárquico ya solicitaron la opinión de científicos, en aquel entonces Francia tenía al genio Antoine Lavoisier como un importante asesor en temas de administración gubernamental aparte de sus investigaciones y publicaciones. Es, sin lugar a dudas, reconocido como el padre de la química moderna, gracias a él existen laboratorios y fábricas con procesos químicos que han permitido el desarrollo acelerado en el uso de nuestros recursos. Luego de que Francia implementara para sí misma su sistema de medidas Lavosier diría: “Nada más grande ni más sublime ha salido de las manos del hombre que el sistema métrico decimal.” Es una verdadera lástima que él haya sido decapitado durante la revolución francesa por temas políticos sin considerar su gran aporte científico.
Este sistema que permite dividir y multiplicar en base diez tuvo buena recepción entre los demás países vecinos con quienes tenía relación comercial, con el paso de las décadas tuvo un gran desarrollo orientado en dos direcciones: mejorar la exactitud de los patrones utilizando los conceptos que desarrollaba la física, así como la tecnología disponible y por otro lado ampliar las magnitudes fundamentales de las cuales derivan absolutamente todo lo que somos capaces de medir a través de la trazabilidad y magnitudes derivadas.

Un metro pasó de ser definido como una barra de metal de un tamaño adecuado para fines humanos comerciales que era referenciado como una diezmillonésima parte de la línea que pasa por meridiano de París y une al polo norte con la línea del Ecuador, el término metro deriva de la palabra griega μέτρον pronunciada como metrón, que quiere significa medida, ha pasado por varias definiciones intermedias y también por su materialización en diversos materiales como el platino y aleaciones de platino e iridio, hasta llegar a su definición actual que es una relación entre la velocidad de la luz en el vacío y una forma de radiación del isótopo de Cesio 133 que define a su vez al segundo. Todo en búsqueda de que su definición pueda ser replicada con el mismo grado de exactitud e incertidumbre en otros lugares y tiempos.
El mismo camino recorrió el kilogramo que pasó de ser un bloque de masa definido por su aplicabilidad a tareas comunes y es hoy un concepto que involucra a las constantes de Planck y de la velocidad de la luz además del segundo como unidad de tiempo. Es impresionante contemplar el recorrido de las definiciones que conforman este sistema a través del desarrollo teórico, práctico y tecnológico desde su implementación.

La otra ampliación que tuvo el Sistema de Unidades fue en la cantidad, hoy son siete las magnitudes fundamentales: la longitud con el metro, la masa con el kilogramo, el tiempo con el segundo, la cantidad de materia con el mol, la temperatura termodinámica con el uso del Kelvin, la corriente eléctrica con el uso del amperio y la intensidad de luz con la candela. Estas conforman la columna vertebral de toda la ingeniería, ciencia y economía global.
A donde miremos alrededor hay unidades: nuestros relojes marcan el tiempo, los envases de nuestros alimentos declaran su contenido en litros o kilogramos, la velocidad en nuestros vehículos, la temperatura de nuestras habitaciones, el nivel de carga de la batería en nuestros teléfonos celulares, y así en cada actividad nos encontraremos con magnitudes, medidas y unidades.

En nuestras calles aún hay una lucha curiosa, en los mercados tradicionales nuestras caseras o caseros venden productos en libras, cuartillas, arrobas, incluso volúmenes de recipientes no estandarizados. Esta lucha es una secuela de las derrotas napoleónicas en las cuales la influencia de los ingleses no pudo ser suprimida para ser reemplazada por el sistema métrico que impulsaban los franceses, es así que hasta el día de hoy existen, aunque cada vez menos, el uso de instrumentos que utilizan el sistema imperial de unidades basados en la libra, el pie, las pulgadas, los grados fahrenheit.
La metrología o ciencia de las mediciones ha adecuado sus definiciones a un grado de ambición que toca la mano de la ciencia ficción, y desde allí, desde las constantes de la naturaleza que describen del comportamiento de las partículas fundamentales que construyen la materia y la realidad, se trata de consolidar las bases de un futuro próximo en el que se garanticen la precisión, veracidad, exactitud de las tareas humanas.

Científicos a lo largo de siglos han vislumbrado que ese era el horizonte a seguir, solo que la tecnología llegó después del avance conceptual, con seguridad que los grandes personajes a quienes les debemos vivir en un mundo con electricidad, vehículos, combustibles, teléfonos inteligentes en nuestros bolsillos se sentirían orgullosos de su legado.
Los humanos tenemos un enorme potencial cuando decidimos ponernos de acuerdo en objetivos comunes, se debe rescatar ese actuar y los sistemas educativos deben plantearse ese enfoque, como decía recurrentemente Louis Pasteur “nuestro futuro se construye en las bibliotecas y laboratorios”, debo añadir que la ciencia de medición tiene también mucho de arte, imaginación e intuición para traducir en resultados estadísticos y criterios metrológicos el comportamiento de la materia, es una forma de ver más allá de lo intuitivo a priori.
Este artículo se transformaría en una serie de tomos de historia y un abanico de muchas ciencias exactas para profundizar en el tema, por otro lado, así breve espero que despierte un poco de su curiosidad científica e histórica sobre esta imprescindible especialidad que nos acompaña desde el alba de nuestras civilizaciones y lo hará por siempre, incluso fuera del planeta.

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