Estudio crítico: Oscar Pantoja o la abstracción lírica

por Harold Suárez Llápiz
Crítico e investigador de arte boliviano

Oscar Pantoja es considerado un gran maestro de la pintura abstracta en latinoamérica, su obra continúa siendo muy apreciada en varios países del continente. Incluso gozaba de la admiración de destacados críticos de arte de estos confines de la tierra: como Martha Traba y Perán Ermini, entre otros. Siempre fue muy cotizada por importantes coleccionistas de arte, ya que exponía con mucha frecuencia en diferentes países de América y Europa (raras veces en nuestro país) y es junto a Marina Nuñez del Prado Y Maria Luisa Pacheco uno de los principales referentes del arte boliviano a escala internacional.

Abstracto (1988).

Pantoja nació en Oruro el año 1925, estudió en la Academia de Bellas Artes de la Paz allá por la década de los años 40, posteriormente se trasladó a México, donde quedó impresionado con la obra de Rufino Tamayo, allí realizó su primeras obras que fueron de tendencia surrealistas, de carácter figurativo y con una fuerte carga social.

Óscar no tardaría en darse cuenta que la figuración no era lo suyo. Corrían los años de la revolución de 1952, Pantoja llega a formar parte de esa célebre generación del 52 en el arte boliviano, ( junto a importantes artistas de la talla de Alfredo La Placa, Enrique Arnal, Gil Imaná, entre otros integrantes de este grupo ) que dejaron de lado las tendencias de la pintura indigenista impuesta por Cecilio Guzmán de Rojas desde la década de 1930, (aunque no del todo) y que se manifestaron junto a las nuevas ideologías políticas y sociales. Este hecho, sumado a la influencia que tenía en aquella época el muralismo mexicano en América Latina hace que en nuestro país se realicen numerosos murales, con el pretexto de aproximar el arte al pueblo. La pintura de caballete seguiría la misma estética, sin embargo hubo un puñado de artistas que se desligaron de esta tendencia estética, entre ellos el joven Pantoja.

Las ultimas señales sobre los ardientes cielos rupestres del sur No. 7 (1991)

Éstos siguieron otras corrientes del arte más innovadoras y arriesgadas buscando explorar y asumir nuevos desafíos estéticos. Es así que, después de largos viajes y de prolongadas estadías por varios países del mundo, culmina esa vital búsqueda de la identidad plástica y existencial para el joven artista orureño, quien finalmente entendería que el arte abstracto sería su camino definitivo a seguir.

El maestro provenía de una familia de artistas, de hecho su hermano era el reconocido muralista Miguel Alandia Pantoja, sin embargo decide adoptar artísticamente el apellido materno y se hace llamar Oscar Pantoja. En realidad lo hace para diferenciarse del nombre artístico de su hermano Miguel, pero este no sería el único aspecto que lo diferencia de él, puesto que antes de alcanzar la madurez plena de su pintura se aleja por completo de la figuración y se mantiene a partir de entonces fiel al arte abstracto,(siendo uno de los pioneros en seguir esta corriente artística en Bolivia) cultivándolo durante casi toda su vida.

Sin título (s.f.)

Aún así, Pantoja se sentiría incomprendido en el país, puesto que siendo un artista brillante y reconocido internacionalmente por la calidad de su trabajo pensaba que lo que él hacía no era del agrado de muchas miradas miopes que abundan en nuestro país, con una apreciación estética limitada. En realidad la obra de Oscar Pantoja no está concebida para que la pueda apreciar el observador común y la razón es simple: no es una pintura llamativa, de colores encendidos, menos comercialmente figurativa, ni le cabe el término preyorativo de «bonita», no es pues, una pintura decorativa hecha para adornar solamente el living de una casona burguesa o para embellecer una elegante oficina. Nada de eso, su propuesta plástica tenía una significación mucho más ontológica, profunda y espiritual. El pintor que realmente pinta lo que siente es el verdadero artista, por eso estoy convencido de que una pintura de semejante factura sólo puede ser realmente valorada en su real dimensión por un escaso público de ojo educado, más concretamente por el esteta cultivado. Indudablemente la obra de Oscar Pantoja está a otro nivel de apreciación visual.

Sin título (s.f.)

En lo personal fue una experiencia inolvidable conocer el taller de Oscar Pantoja, en el verano del año 2009. Estando presente en este espacio creativo, (que a decir verdad era un peculiar Sancta Sanctorum), pude comprender ciertos aspectos de su obra que siempre me intrigaron y fue allí donde también pude cerrar finalmente el círculo. Me puse a pensar que no todo el mundo tenía el acceso al lugar y me propuse disfrutar mi visita: lienzos extendidos en el piso, como las más finas y extravagantes alfombras, (aclaro que esto se daba porque Oscar enviaba sus telas fuera del país enrolladas y protegidas mediante un tubo), por lo general en su estudio no solía colocarlas sobre un bastidor. Además pude ver una impresionante colección de piezas arqueológicas, papeles con dibujos realizados en tinta, telas en blanco, algunas a medio hacer y otras concluidas.

Percibí mucha paz y armonía, amenizada por una maravillosa melodía del gran compositor y organista alemán Johann Sebastián Bach, a quien el maestro admiraba, sin embargo me sorprendió el hecho de que, si bien el lugar era amplio, era bastante oscuro, y es que por increíble que parezca, Pantoja pintaba entre las penumbras, alumbrado sólo por la ténue luz de una lámpara. Utilizaba mucho la espátula para aplicar y dar forma al color y pintaba curiosamente con un trapo, que restregaba con mucho afán sobre la pintura ya aplicada buscando matices que puedan enriquecer la obra.

Oscar era un perfeccionista, trabajaba pacientemente durante largas horas frente al lienzo; podía estar incluso hasta varios meses tratando conseguir el resultado final que pudiera satisfacer su exigente mirada de esteta cultivado. Al evidenciarlo finalmente pude comprender por qué la obra de Oscar Pantoja no es tan numerosa, producía poco porque iba en pos de la calidad y no de la cantidad, amén de que por lo general exportaba sus creaciones al exterior del país. De hecho es muy difícil encontrarla en las galerías de arte en nuestro medio y sólo la podemos admirar en unos dos o tres museos en todo Bolivia.

Pantoja mantenía un perfil muy bajo en relación a otros artistas, era ajeno a las multitudes y en los últimos años de su vida, también de la vida pública. Tal vez sea por esto que en Tarija muchos no se percataron nunca de su presencia, disfrutaba de la tranquilidad que le ofrecía esta pequeña ciudad. Él, inmerso en su refugio, utilizaba esta soledad en su taller para crear en silencio, el maestro sentía el silencio y sus obras también transmitieron dicho silencio, imprescindible para dotar a su pintura de una portentosa energía espiritual.

Oscar Pantoja es el más destacado representante del lirismo abstracto latinoamericano, lo suyo es poesía traducida a colores y formas trasladadas al lienzo, que evocan a la mítica y ancestral cultura precolombina. En su pintura se percibe una fascinación por el antiguo arte rupestre y la arqueología. A partir de lo mencionado surge su acercamiento a la obra del mexicano Tamayo, por otro lado se aproxima al surrealismo de Roberto Matta y rememora el color puro de Mark Rothko. También, su memoria todavía guarda el recuerdo de los minerales sacados de las entrañas de los oscuros socavones de su natal Oruro. En realidad se podría resumir que el sentido de su obra en general es el resultado de la fusión de todas las mencionadas influencias estéticas.

Es importante destacar su pasión por el coleccionismo de piezas arqueólogicas, éstas eran evocadas constantemente en su pintura, a través de esos meandros punteados,(un recurso plástico muy frecuente en su obra) o expresando sugestivamente formas de geoglifos y petroglifos precolombinos, espirales, sutiles líneas entrecruzadas (realizó muchos dibujos en tinta donde realizaba escuetamente composiciones lineales que conformaban una especie de enmallado) y hasta grafismos que nos remontan a los antiguos códices y señales que nos transportan, como si de un sueño se tratara, a un extraño universo cósmico. No por nada Pantoja decía: «para mi la pintura es volar, ponerme a soñar”.

La importante trascendencia americanista de su pintura se percibe claramente por su gran contenido simbólico, este aspecto lo acerca más a un discreto surrealismo y lo aleja de un abstraccionismo puro. Pantoja nos propone una obra tan espontánea, sensible y profunda que constantemente está recreando sutiles atmósferas visuales que cautivan y atrapan al espectador. Este aspecto emociona tanto, que nos permite comprender por qué su pintura abstracta nos regala una inédita y original poesía cromática.

Sus composiciones son por lo general monócromas en cada una de las piezas, aunque generalmente el maestro orureño tiene una paleta tan variada como sobria. Utiliza en sus composiciones sus colores predilectos: naranjas, verdes, amarillos, rojos, azules, ocres y grises variados, entre otros. Las diversas tonalidades cuidadosamente matizadas, son vaporosamente expandidas en sus exquisitas telas; todo realizado con la paciencia y la dedicación de un joyero. Prioriza esencialmente el tratamiento de la materia en su obra, aplicando el color con innumerables veladuras y la culmina raspando suavemente con la espátula buscando conseguir tenues formas en la superfice del lienzo.Si sumamos a esto el hecho de que Pantoja utiliza como principales recursos plásticos a las enigmáticas y siempre sugestivas reminiscencias de su ancestral cultura, tenemos como resultado a delicadas sutilezas, que surgen de una pintura que refleja a través de una portentosa abstracción lírica, la verdadera esencia del pueblo latinoamericano.

En homenaje al maestro Oscar Pantoja (1925- 2009).


Reseña publicada en la Revista Internacional de Arte Contemporáneo “Otro Arte”, en Octubre del año 2009. También se publicó posteriormente en los prestigiosos periódicos El Deber ( Santa Cruz), La Razón y La Prensa de la ciudad de La Paz,(Bolivia)

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