Yolanda de Bolivia, entre amor y soledad

Por Fátima Lazarte (Ponencia para el seminario “De Europa a América: migraciones que vinculan historias y transforman culturas” realizado en Montevideo, Uruguay, en noviembre 2022).

Bolivia, un país que enciende un imaginario, con paisajes que conmueven al viajero, con una cultura diversa y milenaria, en algunos campos suscita una gran interrogante por falta de investigaciones y difusión de su producción. Uno de estos, es el de los estudios literarios: aunque en los últimos años han surgido corrientes críticas que se han ocupado de la escritura y de los escritores de este lugar, todavía los trabajos de comentario son escasos dejando un campo donde se podrían insertar diálogos enriquecedores en un ámbito global.

Con la creación de los estados nación en el siglo XIX se inicia una búsqueda por la diferenciación de los otros, indagando características locales comunes, con una fuerte influencia sobre todo francesa tanto por la Revolución, como la Ilustración y el arte. En el caso de Bolivia esta pregunta por la identidad aparecerá fuertemente en el inicio del siglo XX buscando la consolidación de una “identidad nacional”, lo cual era y aún es complejo por la diversidad cultural existente.

Las primeras preguntas por lo propio en este país hacen que los intelectuales y artistas más lúcidos se acerquen al mundo indígena que además es señalado por los artistas extranjeros como fuente de inspiración. Desde el acercamiento a las ruinas de Tiwanacu pasando por la aproximación casi etnográfica a una cosmovisión que convive aun hoy místicamente con la modernidad.

Otra vertiente que se desarrollará en este momento, es la producción literaria sobre todo femenina, pero al ser albergada en un país donde el peso de lo patriarcal seguía y sigue vigente, el trabajo de las escritoras ha sido sometido a un doble silenciamiento siendo consideradas como “literatura menor y literatura femenina”.

Ingreso de Mario Frías Infante a la Academia Boliviana de la Lengua con Yolanda Bedregal presente 1978. Archivo familiar Frías Infante
Ingreso de Mario Frías Infante a la Academia Boliviana de la Lengua con Yolanda Bedregal presente 1978. Archivo familiar Frías Infante

Yolanda Bedregal es una escritora que el historiador Mariano Baptista Gumusio ha definido como “una figura inolvidable del siglo XX”: fue la primera mujer admitida en la Academia Boliviana de la Lengua en 1973 como Miembro de Número, convirtiéndose en una de las pioneras en alcanzar este logro en el mundo; esta institución tenía un carácter muy conservador y se resistía a abrir sus puertas a mujeres. Tanto así, que, en España, la primera mujer académica fue Carmen Conde, quien ingresó en 1979 y Marguerite Yourcenar se convirtió en la primera mujer reconocida por la Academia de la lengua francesa en 1980.

Bedregal pertenece a la generación que empieza a producir un pensamiento boliviano no excluyente del mundo indígena, aunque con una distancia del mismo propia de algunos estratos sociales: “Además el indio tiene una dimensión espiritual que, hasta el nacido aquí se nos escapa…”1,pero anticipando de todas maneras, una exigencia aún vigente en América.

Yolanda Bedregal y Gert Conitzer. Archivo familiar Echazú Bedregal
Yolanda Bedregal y Gert Conitzer. Archivo familiar Echazú Bedregal

Su interés alrededor de estas problemáticas queda marcado en 1934, año en que se celebran los 400 años de la fundación española del Cuzco. Ella es invitada junto a otros artistas e intelectuales bolivianos que se relacionan con sus pares indigenistas y socialistas como Roberto Latorre y Martin Chambi.

Bedregal ha dejado una vasta y multifacética obra que recorre la poesía, la narrativa y la ensayística. Se la conoce más por su trabajo en poesía; en el ensayo aborda comentarios críticos a sus mayores, pares y menores, tanto en el campo de la literatura como en el de las artes plásticas entre otros; pero es además una ingeniosa narradora y con “Bajo el oscuro sol”, novela ganadora del premio nacional, se le abren las puertas a un reconocimiento que desborda su condición femenina.

Juan Rimsa y Yolanda Bedregal fotografía publicada en el libro Rimsa Fundación Simón I. Patiño. 2018
Juan Rimsa y Yolanda Bedregal fotografía publicada en el libro Rimsa Fundación Simón I. Patiño. 2018

Su vida ha sido tocada por las migraciones forzosas que produjo la larga inestabilidad europea en la primera mitad del siglo XX, a través del amor hacia dos hombres sin lugar ni patria, con los que entabló relaciones que influyeron tanto en su obra como en su pensamiento.

Bolivia fue un país que acogió a un gran número de refugiados. De acuerdo a testimonios de la época, en ese momento llegaron migrantes buscando la oportunidad de comenzar una nueva vida; algunos lograron organizarse en comunidades que les permitieron subsistir, otros abandonaron el país por diferentes motivos.

Yolanda Bedregal. Archivo familar Echazú Bedregal
Yolanda Bedregal. Archivo familar Echazú Bedregal

El pintor Jonas Rimša, lituano, que escapaba de un país en desintegración después de la ocupación soviética, y con quien Yolanda tuvo una relación apasionada y conflictiva que influyó en sus ideas (donde ella tuvo que oponerse al pensamiento de él ya que ella tenía simpatías comunistas que él, exilado de un país ocupado por la URSS, no podía tolerar) y en su trabajo escritural.

Retrato de Bedregal realizado por Rimsa 1927 Museo Nacional de Arte La Paz-Bolivia

Rimsa inicia su proceso migratorio, seguramente cargado de crisis existencial, con su llegada a Brasil en 1925; posteriormente se trasladará a Argentina en 1929 -donde consolidará su formación en la Academia de Bellas Artes de Buenos Aires, dirigida por el artista Pío Collivadino- y finalmente llegará a Bolivia en 1936 donde encontrará por un tiempo un lugar de apaciguamiento hasta 1937. Más adelante, retornará para un segundo periodo que durará de 1943 a 1950.

Este hombre encuentra en la pintura un sostenimiento subjetivo, halla también en este país una inspiración en las montañas, los paisajes tropicales y el mundo indígena; citando a Bedregal: “Venía deslumbrado del paisaje de la puna y las montañas nevadas y como, de súbito…lo había ido embrujando la hoya de la ciudad de La Paz. Escuché su emocionada descripción sin sospechar que cuando otro día abandonaría el país ya no sería el Lituano, sino el pintor boliviano Juan Rimsa”2.

Esta “nacionalidad” también es asumida por él en una carta que le escribe a la pintora María Esther Ballivian: “puedo considerar que también acabo de conquistar el Brasil; pero esta vez como pintor boliviano”; la pertenencia a un sistema cultural y a construir una mirada sobre lo propio le han dado este sitio: “…grandes mis satisfacciones, especialmente cuando pude interpretar el espíritu de un pueblo y de una raza…he podido poner en mis lienzos el alma, el color y la fuerza telúrica de Bolivia”. Los alumnos que ha formado en su último periodo han sido reconocidos como algunos de los pintores bolivianos mas importantes.

Una de las obras más emblemáticas del maestro es un retrato de Bedregal, conservado actualmente en el Museo Nacional de Arte en Bolivia sobre el cual la historiadora María Isabel Álvarez Plata comenta que Bedregal aparece “sentada sobre aguayos” y se pregunta “¿proyecta la serenidad y seguridad de quien está asentada en su tierra en contraste con el retratista migrante, itinerante siempre?”, de esta manera aísla un rasgo de este artista que se verá plasmado en su obra.

En la relación con Rimša, una carta fallida, desencuentros amorosos, compromisos adquiridos por él anteriormente (un matrimonio civil y una hija dejados en Brasil) además de los desacuerdos en la opinión política, los llevaron a alejarse de una posible vida marital.

La segunda relación que marcó la existencia de Yolanda la entabló con Gert Conitzer, un judío alemán que llegó a Bolivia en el periodo que se denomina “segunda ola migratoria de familias judías” (1937-1939), huyendo de un campo de concentración en Oranienburg.

En 1940, un año antes de casarse, Yolanda y Gert realizan un trabajo conjunto, publicando Ecos, un libro de poesía dividido en dos partes: la primera con los poemas de Conitzer en alemán traducidos al español por Bedregal y la segunda con los poemas de Bedregal en español traducidos al alemán por Conitzer. Al inicio hay un breve comentario de cada uno sobre el trabajo del otro. Yolanda dice sobre los versos de Gert: “La concentrada armonía que el poeta ha sabido dar a estos poemas se debe acaso a la solidez de la lengua alemana y a la actitud interior de sentir trascendente el vuelo de cada palabra”. Él, a su vez, comenta sobre el propósito de haber traducido estos poemas: “llenar una necesidad espiritual de gratitud para la joven poeta y, en ella, para esta tierra que ha sido refugio acogedor para mi éxodo”.

Este breve extracto nos muestra el diálogo que alimentaría a ambos llevándolos a contraer matrimonio en 1941. Este acto es señalado por los amigos y el entorno de Bedregal como de mucha valentía; en una sociedad patriarcal y conservadora las elecciones de pareja fuera de los círculos compuestos por relaciones sociales y familiares no eran usuales.

Esta unión devino en una compenetración intelectual y en un gran soporte para la escritora, ya que él le profesaba un profundo amor, agradecimiento, adoración y había encontrado en ella el suelo solido que creía perdido. En unos poemas que Conitzer le dedica en 1970 se lee “Un solo amor verdadero tengo: Yolanda/…Ahora soy alguien a su lado y sin ella nadie”. Conitzer desarrolló una devoción que lo llevó a comprender y sostener las aspiraciones poéticas y el talento de su esposa.

Gracias a este encuentro, él pudo desenvolverse y consolidar un ambiente de amigos, colegas y discípulos, integrándose y contribuyendo al sistema cultural boliviano, especialmente al literario. La influencia mutua llevó a Yolanda Bedregal a escribir poemas y ensayos dedicados la cultura judía, llegando incluso a ser presidenta del Instituto Cultural Boliviano Israelí.

Gert, debido a su sensibilidad, comprendió la necesidad y la vocación de escritora de Bedregal, realizó minuciosamente un registro en álbumes de recortes de periódicos, fotografías y cartas que contienen la carrera y la vida pública de Yolanda. Además, se asumía a sí mismo como su “secretario particular” recolectando sus notas, ordenando y pasando a limpio sus escritos.

El agradecimiento que tiene a esta mujer que ama lo expresa así: “Como toda palabra puede ser la última / y cada día de la vida el último / deseo agradecerte hoy, amorosamente, / a ti quien eres mi esposa en esta vida”3.

Bedregal

Para terminar esta intervención me gustaría señalar algunos rasgos de la escritura de Bedregal, que dan cuenta abstractamente del dialogo realizado. Es remarcable su impronta personal, a decir del poeta Pablo Neruda en una carta fechada el 6 de enero de 1959, una “orientación hacia la tierra, la vida, las cosas y el pueblo de su patria”.

Aborda temáticas y problemáticas locales, pero inscribiéndolas en lo global, cumpliendo el pedido de su tiempo y de su sociedad, acercándose de manera sutil y novedosa a los arquetipos ancestrales de la humanidad desde su subjetividad.

Es fundamental señalar su provocativo trabajo con el lenguaje: busca cuestionar cómo las palabras nombran el mundo, vaciándolas de significado, indagando sobre la existencia de algo anterior al lenguaje, algo dentro del mundo mítico, tratando de recuperar lo perdido estructuralmente al ingresar a la cultura. Esta pregunta por lo absoluto la formula añorando una instancia ordenadora, anterior a lo racional, que dictamine el significado: “Debería haber un libro en que estén escritos los pensamientos que no se comprenden sino antes de que sean pensamientos” (Bedregal 2012: 168).

Mientras se realiza esta exploración se va revelando que este absoluto no existe, de modo que emerge el conflicto de la pluralidad de significaciones, que es lo que justamente producirá el desajuste y el dolor de existir. Este desmoronamiento es un rasgo notable en la escritura de Bedregal, que apunta no a una totalidad sino al fragmento, evidenciando que la palabra no puede abarcar todo lo que sucede.

Se presenta una reflexión sobre el proceso de escritura y su significación: este se inicia con un deseo de escribir, una labor de introspección donde hay un descubrimiento, matizado por el azar, por el misterio y por la pericia del que visualiza las historias posibles: “Nadie puede inventar vidas ni personajes. Son estas y son éstos los que como los peces salen a flote en el anzuelo del pescador” (Bedregal, 2012:190). El autor es entonces un pescador que debe construir estas historias casi a modo de un vidente, por lo cual la escritura como proceso tendría la fase de mirar, pescar, corporizar y concluir la obra, para inscribir la historia en el mundo. La propuesta supone una analogía entre la vida y la creación, donde se introduce un elemento subversivo: no es posible conocerlo todo, rompiendo la idea de que la obra es una construcción acabada, e implicando, más bien, que existen oscuridades, historias no resueltas y vacíos que pueden ser llenados o no por el lector.

Y si la obra implica un saber mirar e instaurar, implica también una responsabilidad de parte del escritor ‒se polemiza si se es responsable de la palabra que escribe o si la palabra llega como inspiración ajena a la voluntad‒ aludiendo a dos posiciones éticas en la escritura: vista como inspiración o como trabajo. Sugiriendo también la carga simbólica de la palabra escrita, por lo cual agudamente propone que nadie es inocente al momento de realizar esta acción, otorgándole una responsabilidad subjetiva al autor. Por todo esto, hay un trance entre el momento en que la escritura pasa de lo íntimo a lo público, esperando ser recibida, convirtiéndose en un dispositivo que permite al individuo proyectar su subjetividad. De este modo ella construye un método donde elabora y ordena la experiencia atravesando un proceso de ficcionalización.

Para Bedregal la creación está basada en dos pilares –el atravesamiento del dolor y la transgresión de los límites permitidos- y deviene para ella en un proceso angustioso porque, en su escritura, propone la demolición de los marcos simbólicos preexistentes; aunque hay un apaciguamiento aparente por la construcción del relato, la angustia subyace pues conflictúa el par ficción-realidad: esto versa también alrededor de su propuesta ética, relacionada con el encuentro con el vacío: la escritura, entonces, combatiría el vacío mediante la elaboración narrativa, tratando de dar nombre a lo innombrable, como rasgadura y sutura a la vez donde está plasmado lo silenciado.

Colofón

En conclusión, es importante apuntar al dialogo creativo instalado entre Bedregal y Conitzer que ella también buscó en su antiguo amor, el pintor Juan Rimsa. Es muy probable que si se hubiera casado con un hombre de su ambiente social el sostenimiento para su trabajo escritural no se habría desarrollado de esta forma: tal vez no conscientemente, Bedregal deseaba evadir este círculo decimonónico que la rodeaba. De acuerdo al testimonio de su hija, Rosangela Conitzer, ella se dedicó a la familia, al trabajo escritural y a realizar aportes culturales en su sociedad, consiguiendo un delicado equilibrio para desarrollar estas actividades.

En la vida de esta literata no es casual que ambos hombres fueran extranjeros, lo que permitió un flujo de ideas, influencias y curiosidades cruzadas: Jonas y Gert, al ser migrantes por las guerras, estuvieron obligados a pasar vicisitudes hasta encontrar un suelo amigable e inspirador: Bolivia/Yolanda. Ambos desarrollaron una carrera y pudieron reconstruir un ambiente de compañeros y discípulos, contribuyendo así al dialogo tanto en pintura como en escritura en las tierras bolivianas.

Dos historias que forman una única, gran historia y muestran el devenir global. Aunque sea doloroso dejar una tierra y una cultura, la corriente indomable de pensamientos e inspiraciones repercute multiplicándose como semilla en tierra lejana.

Bibliografía

Álvarez Plata, María Isabel (2018). “Juan Rimša Svedasai, Lituania, 1903-Santa Mónica, California, 1978”. En Rimsa (pp. 13-54). La Paz: Fundación Simón I. Patiño.

Bedregal, Y. (2009). Obra completa [Narrativa, Ensayo I, Ensayo II, Poesía I, Poesía II].

Plural editores.

Bedregal, Y. (2012 [1971]). Bajo el oscuro sol. Plural editores.

Echazú Conitzer, Alejandra. (2019). Nuestro domingo: crónica epistolar entre Yolanda Bedregal e Iván Rimsa. Revista Ciencia y Cultura, 23(43), 225-239.

Hemerografía

El Diario (La Paz, 8 de agosto de 1967).

Hoy (La Paz, 30 de junio de 1971).

Última Hora (La Paz, 1 de julio de 1971).

Archivos consultados

Archivo Echazú-Conitzer.

Entrevistas (realizadas en mayo de 2021)

A. Echalar.

M. Baptista Gumucio.

M. Frías Infante.

R. Conitzer.

1 Tomo Ensayo “Entorno a la exposición Rimsa”

2 Recordar, volver al corazón. Bedregal

3 Periódico El diario 8-8-1967 La Paz, Bolivia.

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