Inspirados por las huellas y el dolor ancestral del indio, estos personajes erigieron un arte que creyó en la revolución y en la superación del colonialismo.
(Texto publicado en el periódico Ahora el Pueblo)
Por Daniela Franco
Este 11 de noviembre de 2022 en el Museo Nacional de Arte ha inaugurado una exposición de uno de los más importantes indigenistas de la primera mitad del siglo XX, se trata de David Crespo Gastelú, el artista que fue llamado por sus contemporáneos “el pintor del altiplano”. Este personaje fundamentó su obra en los infinitos recorridos que hizo por los senderos de la estepa andina junto a su esposa, la escritora Gloria Serrano, al lado de quien conoció en profundidad el latir del mundo indígena y del obrero hasta el punto de implicarse con sus reivindicaciones políticas.
Esa pareja de indigenistas estuvo comprometida con una realidad que conocieron íntimamente al decidir adentrarse al ayllu andino y a la mina. Conocieron parajes bolivianos ‘kollas’ en la zona circunlacustre al Lago Titicaca, la mina de Coro Coro y la escuela ‘Utama’ en Caquiaviri, tampoco se perdieron los valles cochabambinos y sucrenses, ni los rastros coloniales de Potosí. Esta inquietud viajera que manifestaron no se limitó al territorio nacional, el Cusco y sus alrededores fueron su morada en distintas ocasiones, llegaron incluso al sur de Chile y a varias localidades de Argentina. En ese peregrinaje hilvanaron un relacionamiento estrecho con intelectuales representantes de la izquierda quienes buscaban una integración latinoamericana a partir de la valoración de la raza india.
De estos viajes etnográficos resultó una obra conjunta entre Gloria y David plasmados en los libros ‘Jirones Kollavinos’ (1932) y ‘Tierras del Kosko’ (1939), además de otros que no llegaron a ser publicados. Hermosos ejemplares con la prosa de ella y las ilustraciones de él, sorprende que en los mismos se haya realizado una profunda crítica al colonialismo y a la explotación de la raza. Incluso Gloria Serrano, en ‘Una breve entrevista sobre Arte Americano’ (1934), uno de sus artículos más polémicos, llegó a plantear que el artista tenía la gran misión de utilizar sus pinceles como armas para defender al pobre y al oprimido, posibilitando un arte americano esencialmente revolucionario. Asimismo, en una charla impartida en la Federación Obrera Local de Oruro los esposos expresaron que se comprometían en luchar por los ideales de liberación de la clase trabajadora.
Este radicalismo fue propio de una generación que estuvo marcada por el sinsabor de la celebración del primer centenario de la República de Bolivia (1925) y la catastrófica vivencia de la Guerra del Chaco (1932-1935), experiencias que cambiaron las mentalidades de jóvenes que se rebelaron contra las políticas de un Estado oligárquico.
Legado revolucionario
Para situar las influencias ideológicas que bebieron estos artistas, no olvidemos que Gloria Serrano además de escritora fue maestra salida de las primeras promociones de la Escuela Normal de Sucre, mismo entorno del que surgieron distintos socialistas que impulsaron el desarrollo de la educación indígena, entre quienes figuraron Elizardo Pérez, fundador de la Escuela Ayllu de Warisata, Alfredo Guillén Pinto y Natty Peñaranda, ambos creadores del núcleo escolar indígena Utama de Caquiaviri y María Frontaura Argandoña, autora del libro ‘Hacia el futuro indio’ (1932).
Todos ellos, entre quienes también contó Gloria Serrano, se opusieron a los intereses de terratenientes que se resistían a implementar núcleos escolares en las haciendas. Estos maestros socialistas dejaron un legado escrito que vaticinó la revolución ya en los años cuarenta, herencia que, sin embargo, la historiografía dejó de lado en tanto se concentró en la historia de los años cincuenta y en las consecuencias de Revolución Nacional de abril del 52. Quizá esta es la causa para que la obra escrita de Gloria Serrano haya permanecido en el silencio por varias décadas.
Por otra parte, David Crespo tuvo la influencia de un artista argentino que profesó abiertamente el comunismo, el cordobés José Malanca, quien fue situado como un precursor de la tendencia amerindia en el continente. El entorno fraternal del pintor del altiplano, entre ellos, Oscar Cerruto, Alberto de Villegas, Genaro Ibáñes, Ramún Katari, además de David Crespo y Gloria Serrano, fueron grandes admiradores de ese artista apodado ‘el gringo’.
Asimismo, estos esposos formaron parte de una organización indoamericana indigenista con proyección a nivel latinoamericano, se trató de la Agrupación Indoamericana de la Peña de Intelectuales y Artistas en Bolivia, dirigida por Felix Eguino Zaballa y Genaro Ibáñes y cuyos objetivos fueron “levantar los valores auténticos y propiciar las actuaciones de un arte que prestigie lo indio”. Estas fueron las principales influencias radicales que absorbieron los esposos Gloria y David al momento de crear una obra artística en nombre de la raza andina.
En las tierras del Kosko
Durante sus peregrinaciones artísticas, Gloria y David evidenciaron la vigencia del pasado en las luchas de mujeres y hombres nativos que intentaban preservar formas ancestrales y comunitarias de vida en la América India, las mismas que se veían amenazadas por la emergencia inexorable de un mundo moderno y contradictoriamente colonial. En cada “aventura artística” los esposos visualizaron la valía cultural del indio y de los trabajadores, en este trayecto pensaron en el sentido contemporáneo del colonialismo y en las nuevas formas de explotación.
Uno de los escenarios para este tipo de reflexión fue cuando los esposos asistieron al aniversario del cuarto centenario de la fundación del Cusco en 1934, acontecimiento al que fueron acompañados por otros artistas tales como, Yolanda Bedregal y Marina Núñez del Prado entre otros quienes conformaron la embajada artística boliviana. Durante esta visita Crespo y Serrano adquirieron una conciencia sobre la vigencia de la ‘Conquista’ y del ‘Colonialismo’ en aquella ciudad cusqueña donde se visualizaba un mundo desaparecido que se conservaba en sus ruinas. Esta constatación maravilló a los artistas y los inspiraron a plasmar esa fuerza cósmica en el libro ‘Tierras del Kosko’ (1939).
Con un sentido de apreciación histórica la prosa de Gloria Serrano y las ilustraciones de David Crespo reflexionaron sobre la invasión colonial al Incario, para ellos “la tierra santa del indio fue ultrajada y vilipendiada (…) nunca los siglos borrarían el ultraje de la Conquista”. Serrano señaló que, en los festejos de un nuevo centenario de la ciudad de Cusco, no eran evocaciones triunfales las que desfilaban por la memoria de sus habitantes quienes se lamentaban que la conquista haya sido efectuada justamente cuando luchas civiles entre Huascar y Atahuallpa habían escindido la unidad del Tahuantinsuyo. Apreciemos lo que la autora señala en Tierras del Kosko (1939).
Kosko! Eres evocación viviente. Cada piedra tuya palpita de tradición. Grita su esclavitud. Su horror. ¡La tragedia del indio sojuzgado y bestializado!
La escritora agrega además que cuando el último heredero al Incario, Atahualllpa, fue victimado por los españoles un pánico y fatalismo encogió a los habitantes del Tahuantinsuyo. Pavor que, según la autora, perduraba siendo que en las almas cusqueñas contemporáneas prevalece el dolor del vencido. Sin embargo, los esposos indigenistas constataron que ese mal comenzaba a transformarse en esperanza y en orgullo en torno a la raza.
Gloria y David replicaron que si el ancestro supervivía en las mentalidades de sus herederos a pesar de milenios de esclavitud, si el indio del presente enaltecía su estirpe y su pasado, revertiría entonces la humillación y quedaría limpia su alma. Los esposos vaticinaron entonces un futuro esperanzador, sería posible lograr una revolución que supere el colonialismo. Saludaron al Cusco y engalanaron su lucha en Tierras del Kosko (1939).
Kosko! Ciudad Imperial que guardas pasadas grandezas, remotos esplendores. ¡Fecundada por el martirio de Tupac Amaru- Coloso de la Revolución Americana eres símbolo de futuro!
Gloria y David, se sintieron cada día más atraídos, más orgullosos y consustanciados con esa tierra andina de pasado, tragedia y tradición que es la América India. Inspirados por las huellas y el dolor ancestral del indio, estos personajes erigieron un arte que creyó en la revolución y en la superación del colonialismo. Es por ello que el Museo Nacional de Arte a través de la exposición del 11 de este mes rinde un homenaje a esa obra que hoy nos da el ejemplo y nos traza el sendero para combatir nuevas formas de opresión e injusticia. Jallalla la revolución indoamericana!
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