LA MEMORIA INVERTEBRADA: EL MONSTRUO ES EL RECUERDO

Por Rodrigo Villegas

Texto publicado en la revista Escape del periódico La Razón

1. Niños que se desbordan en una montaña que es más que una montaña, pelícanos y espantapájaros que nos miran de otra manera de la que esperaríamos, hijos que quedan olvidados por un tiempo hasta que aparecen para reclamar una presencia, hermanos que son devorados por la locura y que son recordados por los que se quedaron con sus madres, los que pueden escribir de eso, de aquella falta. Un benemérito que lucha con su memoria para no olvidar a su hija, desaparecida en una dictadura kafkiana…

De eso y más van los cuentos de La memoria invertebrada, recientemente publicada por la editorial Libros de la Montaña, que con este segundo libro en su haber (el primero fue Ayer el fuego, otra colección de cuentos, publicado el año pasado) se consolida como un proyecto solvente y perfilado a continuar con entregas que completen el catálogo del autor principal: Rodrigo Urquiola Flores.

2. La memoria invertebrada no es un libro del todo “nuevo”: fue publicado hace unos años, en 2016, en otra editorial nacional. Lo que sucede con esta edición, la reciente, es que Urquiola, como pudo contarme, le hizo varios cambios estilísticos a los cuentos, una edición minuciosa, mucho más certera y acondicionada al paso de los años. Porque en siete años de vida pasan muchas cosas, la mente muta, se transforma. Es por eso que Urquiola decidió publicar La memoria invertebrada bajo su sello editorial, con todas las mejoras y precisiones que el autor ha variado. Y es que Urquiola es así, un perfeccionista de la palabra, del relato.

3. El libro está dividido en dos partes: “Historias de familia” (con siete cuentos) y “El monstruo” (con los demás seis). En la primera, como cabe esperarse por el título, los cuentos se centran en aquellas experiencias familiares que dejan huella y lo cambian todo. En “El cazador”, por ejemplo, un nieto sale de caza con su abuelo, que en el transcurso de la aventura verá movido todo su panorama futuro con las acciones de aquel hombre avejentado que tiene como padre de su madre. En “El amante” un padre les pide a sus dos hijos que lo acompañen al funeral de una mujer misteriosa que al parecer ha sido importante en la vida de su progenitor. O en “La emboscada”, un hombre le habla a la tumba de su hermano y le dice: “Vine a decirte, una vez más, que no valió la pena”, mientras recuerda aquel vagabundo que decidieron atrapar un día cualquiera más por aburrimiento que por otra cosa y la tragedia final.

Y es ahí que ingreso a la segunda parte, a “El monstruo”, donde la mayoría de los cuentos abordan el tedio de los niños que no tienen mucho con lo que distraerse. Personitas que no manejan celulares ni consolas de video porque son pobres o casi, y que su único método de aventura y divertimento es el de subir cerros o el de internarse en ríos sin agua. Lo contundente es que en esa forma de matar el tiempo es que se encuentran con las bestias que maldecirán sus vidas: ya sea un cerdo que come algo que no es un animal o una mariposa nocturna que parece indicar el camino a lo desconocido.

Porque las familias pueden ser monstruos dormidos a punto de eclosionar. Solo necesitan un pequeño, leve empujón.

4. Me atrevería a afirmar que La memoria invertebrada es un libro más político de lo que parece. Y eso porque prácticamente todos los relatos están contextualizados, como sostenía en el apartado 3, en territorios apartados de la ciudad en sí, de la multitud, de los edificios enormes y lujosos. Incluso de las viviendas con todos los servicios básicos, debido a que muchos de los personajes de los cuentos están obligados a cargar con sus abuelos enfermos y desvalidos por la falta de dinero para un tratamiento digno y hospitalario, a trabajar como guardias nocturnos, de esos que amanecen deambulando por las calles y soplando un silbato que en teoría espantaría a posibles ladrones. Ni qué decir de los niños, abandonados por sus padres y con sus madres trabajando más de doce horas para llevar el alimento a casa, obligándoles a salir a la intemperie y encontrarse, en su camino sin rumbo, con las apariciones que los enfermarán y acabarán con ellos.

Rodrigo Urquiola Flores

Aquellos territorios escogidos por Urquiola para establecer sus relatos son señalados con sus nombres originales, sin intentar darle vueltas al asunto o amagar a una literatura más “universal”. Los barrios son Chasquipampa, Coqueni, Huancané, Codavisa y otros más de la zona Sur profunda, esa que se distancia enormemente de San Miguel y Calacoto a pesar de solo estar a unos cuantas cuadras de distancia. Es por eso que apelo a lo político, a una especie de denuncia. Y no me refiero a que sean cuentos maniqueos que busquen eso como pilar, pero es difícil, al leer los relatos, no contemplar aquello. La clara diferencia que hay en ambas sociedades y que Urquiola pone en evidencia de una manera sutil pero poderosa.

5. Tanto en Ayer el fuego como En La memoria invertebrada podemos ver chispazos de la memoria del autor, ya que se percibe en el relato que se va escribiendo la certeza del reconocimiento de las calles, de las zonas, de los recorridos de los personajes. Como si fueran pedazos del que narra, del que teclea y recurre a la memoria para luego ficcionalizarla y crear algo mejor. Una historia.

6. Influencias: me animaría a afirmar que en más de un cuento se siente el halo de Edgar Allan Poe, que en muchos de sus cuentos ha dejado de lado los monstruos verdaderos para interceder por un enigma que ponga en evidencia la maldad de los humanos, tal vez los verdaderos agentes de lo terrible. Capaz donde más se vea evidenciado aquello es en el cuento “La montaña enterrada”, donde un sonido persistente que apabulla el cerebro del personaje principal de dicho relato me recuerda bastante a “El corazón delator”. Ahora, también apuesto por la influencia de Gunter Grass, de su lectura profunda, más que todo de El tambor de hojalata, donde, en el mismo cuento, existe un niño que no suelta un aparato melódico hasta el final de los finales.

La infancia como un retrato de la oscuridad.

7. De los trece cuentos que conforman el libro, doce han sido galardonados ya sea con primeros lugares, segundos o menciones honoríficas en los certámenes literarios más importantes de Bolivia, algunos incluso han logrado premios en el exterior, lo que confirma el talento de Urquiola a la hora de pensar, estructurar y escribir cuentos. Lo que no es nada fácil, por supuesto, porque cuando envías un trabajo a cualquier certamen te enfrentas a otras decenas o cientos de propuestas que compiten por dicho trofeo. Obtener hasta una mención no está nada mal en este planeta literario. Es más, lograr varios reconocimientos es, por supuesto, una virtud.

8. Ya todo dicho, solo me queda comentar la portada y el trabajo de diseño del libro, que me parecen de una muy alta calidad. Más que todo pensando en una línea editorial, ya que es muy fácil notar que se hermana con Ayer el fuego en el trabajo definitivo del libro, que es muy pulcro.

Salud y larga vida a Libros de la Montaña.

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