- La exposición de esculturas y pinturas instalada en el Centro Simón I. Patiño de La Paz
evoca la sacralidad de los espacios y los objetos en el mundo andino.
Reynaldo J. González
Investigador en artes y artista

El Centro Simón I. Patiño de La Paz presenta hasta el 28 de septiembre la exposición “Horizontes sagrados” de Francine Secretan. Dispuesta en sus dos salas principales y sus anexos, presenta 30 pinturas y 44 esculturas de la quien es considerada la más destacada referente de la escultura boliviana contemporánea.
Se trata, sin duda, de una de las principales exposiciones del año al reunir una selección representativa de la producción de la artista suiza-boliviana en diversidad de medios, técnicas y formatos.

En efecto, si algo destaca en esta exposición, es la unidad de la propuesta característica de la obra de una artista madura y derivada de la influencia de las culturas andinas sobre sus concepciones artísticas, en especial, en relación al carácter sagrado de ciertos objetos y ciertos lugares.
En escultura se pueden apreciar muestras de diferentes épocas de las dos tipologías principales de Secretan: Los tallados en madera complementados con cuerdas, telas y plumas, y los ensambles de planchas metálicas de perfiles geométricos. Ambos constituyen la base de su obra con importantes premios en certámenes del país y del exterior y con numerosos monumentos emplazados en espacios públicos y privados.

Son obras abstractas determinadas por una interpretación conceptual de las culturas andinas que cautivaron a la artista desde su llegada al país hace casi 50 años. Las obras en madera, por ejemplo, siguen la tradición de los tótems religiosos de elementos zoo y antropomorfos presentes en múltiples culturas americanas reelaborándolos con formas más abstractas e irregulares y un
lenguaje expresivo en la combinación de materiales y de texturas. Las obras en metal, por su parte, evocan de manera más directa la estética de los pueblos andinos prehispánicos en su geometrización, su referencia a ciertos tipos iconográficos y su intenso color rojo tomado de la textilería j`alqa.

A esta obra ampliamente conocida y referida en la historiografía y la crítica artísticas, se suma la reciente producción pictórica de Secretan en lienzos caracterizados por su planismo, su gran intensidad cromática y su intensa luminosidad. Lo más destacado de esta pintura son las obras de gran formato en las que sobre bases de brochazos sueltos y rápidos la artista dibuja formas y figuras geométricas presentes en la decoración escultórica, arquitectónica y textil local y en su propia escultórica: Signos escalonados,
cuadrados cruzados por rombos, espirales, triángulos, círculos, formas repetidas… Estas son imágenes que están unidas por un repertorio de símbolos que de alguna manera nos retrotraen a los comienzos mismos del abstraccionismo moderno tanto en su tradición mística en la obra de su
iniciadora Hilma Af Klint (1862-1944) como en su vertiente más intelectualista y conocida en la obra de Vasili Kandinski (1866-1944).

La obra de Secretan, no obstante, se basa en una búsqueda intelectual y formal muy propia que ya ha superado cualquier influencia directa o indirecta. Es producto, sobre todo, de la espiritualidad de una artista estudiosa de las culturas andinas y de religiones y filosofías de origen oriental. Por estas razones emana también cierta espiritualidad de cada una de sus obras, una que no se puede aprehender por medios racionales, sino únicamente por medio de una detenida contemplación estética.

Secretan estudió en la Escuela de Bellas Artes de Ginebra (1968-1970) y en la Escuela de Bellas
Artes de Basilea (197-1971) y es profesora de Dibujo por la Escuela Normal de Ginebra (1972).
Llegó a Bolivia en 1974. Realizó más de 30 exposiciones individuales en Bolivia y el extranjero y
participó de 115 exposiciones colectivas. Recibió casi una veintena de premios en el país incluido
el Gran Premio del Salón Pedro Domingo Murillo de 1998.









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