Descubriendo obras desconocidas de Cecilio Guzmán de Rojas

  • Un archivo fotográfico recientemente digitalizado en España permite conocer 60 pinturas y dibujos del artista potosino realizadas en Europa entre 1921 y 1929. 

Reynaldo J. González 

Investigador en artes y artista

En enero de 1929 el artista Cecilio Guzmán de Rojas (1989-1950) inauguró una exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid presentando una selección de su obra producida en Europa a lo largo de más de 7 años. Se trató de una muestra consagratoria de éxito entre la crítica y el público, hecho corroborado en la publicación de varias reseñas periodísticas y en la venta de casi la mitad de las 75 obras que la componían.  Las obras que no fueron vendidas fueron traídas a Bolivia unos meses después, exponiéndose en Potosí, Sucre y La Paz y pasando a colecciones privadas y públicas.

De las obras que quedaron en Europa se conocían apenas algunos datos y unas cuantas fotografías. La reciente digitalización de archivos públicos de España nos permite acceder ahora a imágenes de más de medio centenar de éstas y reevaluar el legado del artista boliviano más importante de la primera mitad del siglo XX.  

La organización de la exposición 

Desde 1921 Guzmán recorrió varias ciudades de Europa con el objetivo de completar su formación artística. Hacia 1924 ingresó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la más prestigiosa de España, donde se educó con grandes maestros academicistas y costumbristas. En este periodo produjo una cantidad indeterminada de dibujos, pinturas y grabados entre ejercicios de taller, comisiones y otras con cuya venta se sustentaba. 

Hacia 1926 comenzó la planificación de una gran exposición individual para la cual solicitó una ayuda económica al Estado boliviano a través de una carta firmada por intelectuales y artistas de España y Bolivia. El Gobierno de Hernando Siles contestó el pedido comisionándole la decoración del Pabellón de Bolivia de la Exposición Ibero Americana de Sevilla de 1928. Aunque llegó a realizar los bocetos para este proyecto la construcción del pabellón fue cancelada, dejándolo impago y endeudado por los gastos que suponía la organización de una exposición grande. 

Pese a ello, se encontraba determinado a cumplir su objetivo por lo que tomó la decisión de “vender a precios irrisorios” más de treinta cuadros que había logrado reunir y que constituían sus “obras de personalidad definida” (Estos hechos los cuenta Guzmán en una nota publicada en “El Diario” en noviembre de 1929).  La situación del artista fue tan complicada que incluso llegó a reciclar algunos de sus lienzos para poder elaborar nuevas pinturas.  

El resultado de estos afanes fue una muestra heterogénea conformada por 75 trabajos en varios géneros y diferentes técnicas y formatos.  Una exposición que, pese a las adversidades, coronó a su artista con elogios y celebraciones por parte del público madrileño. 

En junio de 1928 Guzmán retornó al país con la mitad de las obras que no vendió. Entre ellas se encontraban “El triunfo de la naturaleza”, “El beso del ídolo” y “Sol en el Titicaca”. De las que quedaron en España conservaba algunas fotografías que enviaba a la prensa y que repartía como postales quedando la gran mayoría en las sombras…. Hasta ahora. 

60 fotografías de pinturas y dibujos

En 2011 el Ministerio de Cultura de España digitalizó 8 mil placas de los fotógrafos Mariano y Vicente Moreno conservadas en el repositorio Casa Romero Archivo de Arte Español. Entre sus ítems se encontraban 60 fotografías de obras de Guzmán consignadas tan sólo con los datos de su autoría y sus títulos que hoy son conservadas por el Instituto de Patrimonio Cultural de España. Estas fueron tomadas probablemente por encargo del artista antes de la exposición de Madrid con el objetivo de documentar su trabajo. 

Las fotografías son en blanco y negro, pero alcanzan a dar una buena idea del carácter de su obra desconocida. Muchas de ellas registran obras traídas al país y otras coinciden con otras imágenes de la obra de Guzmán aparecidas en periódicos y revistas de la época, dando certeza de la autenticidad del conjunto.  Es seguro, no obstante, que no registran la totalidad de los trabajos que el artista expuso en Madrid y mucho menos la totalidad de las que produjo durante su estadía en Europa. 

Este registro puede ser ordenado según los géneros de las obras en ejercicios de taller, retratos, paisajes reales e imaginarios, composiciones simbolistas y obras eróticas. Su análisis brinda nuevas perspectivas sobre la producción de Guzmán y sus dimensiones, mostrando aspectos como sus influencias y la evolución de su técnica y su estilo.

Como ejercicios de taller se clasifican 8 obras que parecen constituir prácticas comunes de la formación académica. Entre estas se encuentran 4 desnudos femeninos en los que ya se puede apreciar algunos de los rasgos propios de sus figuras como los cuellos macizos y los trapecios altos. Estos ejercicios son complementados por tres bodegones de pincelada gruesa y un tanto aguada que anticipan las exploraciones formales del artista en la década de 1940. 

Obras de mayor elaboración son los 19 retratos incluidos en la muestra. Algunos de ellos son conocidos en Bolivia como su famoso autorretrato de tres cuartos, el del intelectual José Eduardo Guerra (entonces diplomático en España) y la “Vieja Castellana” de la Casa de la Moneda.  De ubicación incierta son los retratos de personajes anónimos identificados con designaciones vagas como “Adolescente”, “Rusa”, “Gitana”, “Valenciana”, “Hijo del Mediterráneo”, etc. Otros parecen ser encargos que probablemente se quedaron en España en propiedad de sus comitentes como “Señora de Urdidinea”, “Señorita Tamansi de Aragón”, “Julia” y “Señorita Ascención”.  

A diferencia de los ejercicios de taller, en su retratística el artista luce una mayor vocación para la representación naturalista pero, más importante, una destacable habilidad para la captación psicológica de sus modelos que aprovecharía a su retorno al país elaborando decenas de retratos de personalidades de la alta sociedad y de indígenas anónimos. 

En la paisajística de Guzmán desarrollada en Europa pueden identificarse dos tipos: Los paisajes reales pintados seguramente au plen air y los paisajes imaginarios de Bolivia. Los primeros en cantidad de 10 son registros de parajes urbanos y rurales de París, Barcelona y Mallorca. Los 14 paisajes imaginaros corresponden a la serie del conocido cuadro “Sol del Titicaca” (rebautizado como “Ocaso en Llojeta”) y son panoramas del paisaje andino reelaborados por la imaginación del artista con títulos como “Rocas Fantasía”, “Lago Sagrado”, “Fantasía del Titicaca”, “Ruinas Incas”, etc.  En estas “fantasías” el artista alterna formaciones geológicas verticales y grandes rocas con vistas parciales de un Lago Titicaca imaginario combinando de este modo una visión fantástica de los Andes con sus recuerdos de un escenario natural que seguramente visitó hacia 1920. En algunas de estas obras se representan ruinas pétreas de civilizaciones prehispánicas que por entonces cautivaban la atención de la comunidad internacional por los recientes trabajos arqueológicos en Tiwanaku y Machu Picchu.  

Con estas obras Guzmán reafirmaba identidad americana y ofrecía una imagen un tanto exótica y mística de su país de origen.  Como se aprecia en “Sol del Titicaca” estas son pinturas de una potencia casi indecible en la plasticidad mucho más libre de trazos y pinceladas expresionistas y un colorido intenso de rojos y azules. Son obras que contienen ya la aproximación mística de Guzmán a la tierra en adscripción a las filosofías teluristas entonces vigentes. 

Junto a estos paisajes los cuadros de mayor elaboración de la exposición fueron los de contenido simbolista de la misma serie de “El triunfo de la naturaleza” y “El beso del ídolo”.  De esta se conocían al menos otras tres obras: El cuadro “Los grandes de Bolivia” (y su versión en grabado), la pintura “Yurak Puito” o “Cántaro blanco” (cuya imagen se conserva en una postal resguardada por el artista) y el lienzo “Europa y América” de ubicación desconocida (y no registrado en las fotografías de Moreno pero consignado en un ensayo de 2018 de Valeria Paz).  A estos se suman la pintura “Cántaro negro” (una variación de “Cántaro blanco”), un cuadro titulado “Musa india” que representa a una mujer recostada en un lecho y ataviada con indumentaria andina, y “Mancha Iputo” que muestra a un indígena durmiendo en las costas del Titicaca.   

Todas estas obras presentan ya el estilo maduro del artista determinado por una la complementación de figura y paisaje mediante estilizaciones geométricas y una paleta más intensa. Se trata, asimismo, de trabajos en los que Guzmán consigue el sumun de sus capacidades técnicas con un discurso indigenista que evoca la espiritualidad andina. Son, sin embargo, tan solo una muestra mínima de su “obra de personalidad definida” que se había manifestado en otros 30 cuadros que vendió antes de la exposición. 

A estas series se suman finalmente 8 obras eróticas que retratan mujeres semidesnudas. De este conjunto son los cuadros “Vicio”, “Lujuria”, “Andina” y “Egipcia” traídos al país, pero también obras como “Domadora de serpientes”, “Chaqueta negra” y “La maja de las vistillas” que tienen en común, además de un erotismo explícito y provocador, la representación de una misma modelo de identidad desconocida, posiblemente una gitana del circulo de los artistas costumbristas españoles.  

Para futuros análisis

Lo hasta aquí visto de manera sintética da pie a subsecuentes análisis de la obra de Guzmán. Los desnudos de taller y las obras eróticas, por ejemplo, corroboran la gran influencia que el maestro español Julio Romero de Torres ejerció sobre el boliviano, pero no tan sólo en el estilo del dibujo y en ciertos rasgos comunes de sus figuras, sino también a nivel iconográfico y en la inclinación por cierto tipo de modelos femeninos. Asimismo, la luminosidad y el cromatismo de los paisajes y cierta geometrización de las figuras de los cuadros simbolistas recuerdan las pinturas de otros maestros españoles, los hermanos Ramón y Valentín de Zubiaurre, obra un poco más cercana al expresionismo de las vanguardias de inicios del siglo XX que a un costumbrismo academicista. Por su parte, los paisajes imaginarios de Guzmán, con sus vistas bajas de extrañas formaciones geológicas y sus atmósferas evanescentes hacen eco de la mística del paisajismo alemán del romanticismo.

También es evidente que, aunque las obras simbolistas de Guzmán sean clasificadas en el contexto local como “indigenistas”, son trabajos que beben directamente de la tradición europea en sus referencias a iconografías clásicas (“Musa india” deriva de la “Venus de Urbino” de Tiziano), cierto orientalismo (el tópico de las mujeres con cántaros tan difundido por Romero de Torres), como en un sentido “mágico” (“El beso del ídolo”) que puede evocar el costumbrismo tradicional de una España negra. 

Con todo, la producción de Guzmán en Europa continúa siendo un tema pendiente que requiere indagaciones in situ de archivos y registros. Es muy probable que el Viejo Mundo albergue todavía algunas de sus obras maestras en espera de ser descubiertas, en especial aquellas 30 de la serie de “El triunfo de la naturaleza” cuya existencia deja volar la imaginación a lugares infinitos.  

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